Comentario
La contracción de los envíos de plata a España, anteriormente señalada, condujo a Hamilton hace medio siglo a elaborar su hipótesis de la crisis económica americana en el siglo XVII. Pierre Chaunu concluyó que el comercio se contrajo porque América se saturó de manufacturas europeas; Borah que la crisis era consecuencia de una disminución en la producción de metales preciosos, debida a la falta de mano de obra indígena; Chevalier que el hundimiento minero hizo resurgir la hacienda; y Bakewell que, efectivamente, la producción argentífera novohispana se contrajo enormemente en la primera mitad del XVII a causa del agotamiento de los filones y de la falta de azogue. Este último autor advirtió, sin embargo, que la contracción de la producción minera no evidenciaba necesariamente una crisis económica general, pues se advertían signos de gran desarrollo en los sectores agropecuarios amparados por la minería. Posteriormente Brading, Lynch, Israel, Sempat, Tepaske y Klein, Céspedes, Florescano, Chiaramonte y otros historiadores, emprendieron una revisión crítica de las hipótesis de la crisis económica, confirmando sus dudas al respecto. El desarrollo agropecuario quedó patente al comprobarse que durante la primera mitad del siglo XVII México exportó el 35% en tales productos y sólo el 65% en plata, en contraste con la centuria anterior, cuando los agropecuarios eran el 10% y la plata el 90%. La Real Hacienda tampoco acusó una contracción significativa de los ingresos, y esto en momentos de enorme contrabando. La planta administrativa y defensiva gastó, además, mucho numerario que necesariamente se sustrajo de los envíos a España (en 1690 la Real Hacienda de México envió a España el 17,2% de sus ingresos, que ascendieron a 2.261.831 pesos, 2 reales y 7 tomines, gastando el 64,8% de los mismos en defensa). Incluso la producción argentífera fue revisada con mayor cuidado, comprobándose que en Nueva España la producción se mantuvo hasta 1640 y tuvo luego una reactivación hacia 1670 que duró prácticamente cien años, y que la producción argentífera y de azogue en Perú se sostuvo hasta fines del XVII, cuando empezó el bajón. No casan, así, las fechas de disminución de la producción con las de los envíos de plata a España. Finalmente, se ha comprobado que el oro producido en el Nuevo Reino de Granada no se refleja tampoco en los envíos a España, que en algunos períodos llega a ser el 5,4% de lo extraído, esfumándose misteriosamente el resto. Todo esto ha inducido a replantear la hipótesis de una crisis económica general en América durante esta centuria, sustituyéndose por la de un reajuste general de dicha economía, con traslado de capitales del sector minero a otros como el agrícola, el ganadero o el de las manufacturas obrajeras. García Fuentes afirma, incluso, que en la década de los setenta se inició una situación de reactivación en la Carrera de las Indias, evidente ya a fines de siglo, y alertándonos sobre el peligro de fiarse excesivamente de los datos de dicho tráfico en un momento en que los indultos reales al comercio encubrían el verdadero valor de las transacciones realizadas. La pretendida crisis económica americana durante el siglo XVII es actualmente uno de los grandes temas de controversia.